[:es]Las costas alicantinas recrean la simbiosis perfecta entre historia y turismo de playa. La costa alicantina desde Denia hasta el Pilar de Horadada se ha convertido en los últimos años en un gran reclamo turístico. Bautizada la zona como la Costa Blanca, sus playas, calas y acantilados hacen las delicias de todos sus visitantes.
Alicante es una de las zonas de España donde el turismo estival se ha desarrollado más en las últimas décadas. La porción de territorio que va desde Denia hasta el Pilar de la Horadada fue bautizada con el nombre de Costa Blanca y se ha convertido en uno de los destinos turísticos más atractivos de Europa, gracias a sus 160 km. de litoral. Playas, calas y acantilados bañados por el sol y el mediterráneo han sido el motor de la transformación de estas villas marineras en enclaves dedicados por completo a satisfacer al visitante.
Por fortuna, esta explosión turística e inmobiliaria no ha conseguido borrar la huella histórica de algunos de sus pueblos, que conservan elementos que conectan con su más sosegado pasado, especialmente en sus cascos antiguos. Esta dualidad crea un interesante marco de contrastes, lleno de paisajes en los que adentrarse y ciudades con escondidos rincones marineros por descubrir.
Denia
Al norte de la provincia se halla Denia. Su origen se remonta a la época romana, cuando la urbe fue dedicada a la diosa Diana. El propio Ayuntamiento conserva en su fachada dos lápidas procedentes del antiguo templo romano. Desde entonces vivió tiempos de esplendor gracias a su puerto y hoy continúa envolviendo al viajero en estrechas y sugerentes calles de ambiente marinero. Son típicas sus viviendas de una planta, blancas y con teja roja, con el porche tradicional de la comarca conocido como riu-rau.
El pasado musulmán lo evidencia su castillo, así como la celebración anual de la fiesta de Moros y Cristianos, común en la región. Otra fiesta estival es la de Bous a la mar (toros al mar), declarada de Interés Turístico Nacional. Es interesante ver la iglesia de la Asunción con retablos renacentistas y barrocos, así como el popular barrio de los pescadores, que recoge uno de los mejores ambientes de la ciudad. Su entorno natural lo conforman grandes playas de arena fina al norte y un paisaje rocoso y escarpado al sur, así como el parque natural del Montgó.
Jávea
Igualmente ideal para disfrutar del sol y los deportes acuáticos, Jávea se instala entre los cabos de San Antonio y de la Nao. Más allá de sus transparentes aguas, su casco antiguo tiene mucho que ofrecer, a dos kilómetros de la costa en una llanura a los pies del macizo del Montgó. En su día la ciudad creció en torno a la iglesia fortaleza de San Bartolomé, centro neurálgico de la villa. Este monumento del gótico isabelino protegía al pueblo de los asaltos de los piratas. Para conocer más de esta fascinante historia, está el Museo Arqueológico y Etnográfico.
No hay que olvidar los bellos ejemplos de arquitectura local, que se aprecian en las rejas de las casas o los dinteles de piedra tosca, ni pasar por la zona portuaria para acercarse a la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, que emula la forma de la quilla de una embarcación.
Calpe
Al cobijo del Peñón de Ifach se encuentra Calpe, una ciudad que ha sabido conjugar muy bien el flujo turístico con la conservación de su esencia. Es un lugar ideal para el paseo por la costa o por las animadas calles de su casco urbano. Su recinto histórico está delimitado por las antiguas murallas que de nuevo protegían del asedio pirata. La arquitectura religiosa encuentra exponentes como la iglesia dedicada a la Virgen de las Nieves, del siglo XV, único templo de estilo gótico-mudéjar existente en la Comunidad Valenciana
La historia de Calpe dentro de las civilizaciones mediterráneas es extensa, desde los íberos y fenicios a los romanos, ya que el peñón suponía un privilegiado punto de vigilancia. Testimonio de ello son vestigios como los de los Baños de la Reina, antigua factoría de salazones de la época romana. Además, la mole calcárea y sus alrededores están declarados parque natural, debido a su gran riqueza botánica y de fauna. La localidad muestra asimismo un carácter rural en sus alrededores, con paisajes de viñedos y masías.
Altea
También protegida por las montañas se encuentra Altea, con su bella imagen de casitas blancas coronadas por la cúpula azul de la iglesia dedicada a la Virgen del Consuelo. No en vano desde la plaza en lo alto del pueblo se obtienen panorámicas extraordinarias de toda la comarca. Desde aquí se procede a un vertiginoso descenso por callejuelas empedradas adornadas con miradores y glorietas.
En este casco urbano destacan los estudios de artistas, las tiendas de artesanía y las terrazas. Ya en la zona baja se encuentra la calle comercial, el barrio de los pescadores y el puerto, aún hoy con una intensa actividad pesquera. Y por supuesto sus seis kilómetros de playa bordeada por el paseo marítimo, que redondean una propuesta mágica y apacible.
origen: 20minutos.es[:]